Investigación realizada para el Colegio Oficial de Arquitectos de la Región de Murcia para el registro del Movimiento Moderno en la Región de Murcia, integrado dentro del Registro DO.CO.MO.MO. Ibérico, durante los meses de abril a septiembre de 2005.
Esta investigación fue incluida en el registro nacional y publicación del Movimiento Moderno de arquitectura en España (“Región de Murcia”, en La vivienda moderna: registro DOCOMOMO ibérico, Barcelona: Fundación Caja de Arquitectos, 2009, pp. 387-396). Y también se presentó en el Colegio de Arquitectos de Murcia con motivo de la exposición sobre el Movimiento Moderno en arquitectura industrial en España.
Los momentos iniciales del Movimiento Moderno se vieron determinados en parte por diagnósticos como los que procedían de la sociología alemana, de Simmel a Weber, pasando por Tönnies o Sombart, que establecían un campo de estudio como “forma general” donde experimentar la época: la metrópolis. Pero la gran ciudad aparecía marcada por numerosas tensiones, entendiendo el habitar como algo problemático cultural y políticamente. Sin embargo, la arquitectura y el urbanismo siempre han pretendido un “habitar armonioso”, pero este oscila entre la nostalgia del paraíso perdido y una cultura que entiende la vida como proyecto hasta las últimas consecuencias.
Si consideramos la vivienda dentro del Movimiento Moderno en la Región de Murcia, esta vinculación con la ciudad como contexto no resulta tan relevante, sobre todo si tenemos en cuenta las obras más significativas. Asimismo, Murcia ha sido un lugar que, por situación geográfica y desarrollo económico, conoció tardía y minoritariamente las premisas modernas, limitándose en un primer momento a unos pocos ejemplos de edificios pertenecientes a la burguesía de las dos grandes ciudades de la Región y posteriormente a colonias y viviendas de protección oficial junto a varios edificios institucionales, siendo construidas las edificaciones más singulares como consecuencia del boom turístico en los años sesenta.
Aun así, se puede trazar un breve recorrido con algunas obras de interés. Cartagena fue pronto receptiva a estas nuevas tendencias y a las propuestas de arquitectos foráneos, como ocurre con el proyecto para un instituto de José M. de Aizpurúa y Eugenio M. de Aguinaga, lo que establece lazos con el GATEPAC. Aunque la figura que monopolizó el acercamiento al Movimiento Moderno en Cartagena en los años treinta fue Lorenzo Ros Costa, con varias obras de transición entre el art decó y el racionalismo.
Mientras tanto, en la capital los protagonistas eran Gaspar Blein, responsable del Plan General de Murcia de 1949 y 1954 y arquitecto de edificios singulares como el Coy, y José L. de León, artífice este último del edificio conocido como “El acorazado”, obra ejemplar de fachada racionalista, aunque la planta no sigue los principios modernos. En los años treinta cabe también citar la aduana del Puerto de Mazarrón de Guillermo Martínez Albaladejo y alguna edificación de J. A. Rodríguez.
El legado del Movimiento Moderno en los años cuarenta se centró en barriadas como Cuatro Santos en Cartagena, a cargo de Lorenzo Ros, y Vistabella, de Daniel Carbonell. En sucesivas fases se irán realizando otras barriadas, hoy día casi todas bastante degradadas, desaparecidas o de escaso interés, a excepción de las que proyectó Fernández del Amo en los años sesenta.
Paralelamente hay diversos edificios destinados a educación de cierta relevancia como los institutos de Cartagena (1944), a cargo de Lorenzo Ros, y de Lorca, de Miguel Fisac y Daniel Carbonell (1956). Si bien fue con la apertura de las grandes arterias en Murcia y con el desarrollo turístico de la costa cuando la Región de Murcia experimentó soluciones más reseñables.
En efecto, la costa murciana se convirtió en un magnífico laboratorio para buena parte de los grandes arquitectos de los sesenta, y en ella se encuentran desde proyectos inacabados de Alejandro de la Sota, consistentes en viviendas construidas con paneles de hormigón pretensado, hasta excepcionales edificaciones como la de Miguel Fisac en Isla Plana, una construcción ejemplar de adecuación al terreno.
Pero sin duda La Manga del Mar Menor fue el escenario más extraordinario, un territorio virgen que se planteaba como una oportunidad única cuyo diseño se encargó a un prestigioso arquitecto de la época, Antonio Bonet, ya presente en el IV CIAM y que concibió La Manga como el lugar ideal para poner en práctica los principios de la Carta de Atenas y establecer distintas tipologías a lo largo de este cabo entre el Mediterráneo y el Mar Menor.
El protagonismo inicial de Bonet pronto fue adoptado por Corrales y Molezún, tanto en vivienda como dentro del sector hotelero, a través de propuestas de lo más variado, desde complejos unifamiliares a excelentes experimentos como la Casa Catena, en la actualidad salvajemente modificada bajo dudosos criterios de “finalización”.
Este conjunto de arquitectos dejó, sin duda, una herencia irrenunciable que, a pesar de la poca voluntad política respecto al patrimonio arquitectónico del siglo XX, dejó un poso que hoy día sigue siendo visible dentro de otras retóricas que tras una nueva piel aún recuerdan con fuerza los principios del Movimiento Moderno, permaneciendo viva la voluntad de construir y proyectar nuevos lugares habitables.
Ficha técnica
Título: DO.CO.MO.MO. Murcia
Investigador: Pedro Medina
Editorial: Murcia: Colegio de Arquitectos de Murcia, 2005
Colegio Oficial de Arquitectos de la Región de Murcia